Cuando una gitana se acercó al chico en la parada del autobús. El hombre resultó ser psicoterapeuta

  • Dec 11, 2020
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Varias veces he visto a gitanos ir a cazar. Sí, así llamaré el momento en que los representantes de estas minorías étnicas, de pie en estaciones de tren, mercados y el metro, buscando a su "víctima" con la mirada para salir lo más posible de ella mas dinero. En este momento están lo más concentrados posible, porque es necesario elegir a una persona entre la multitud, que se convertirá en una "presa fácil" para ellos.

De alguna manera sucedió una historia similar con joven psicoterapeuta, quien, después de un duro día, sorprendentemente sintió una increíble oleada de energía y estaba de muy buen humor. Sí, después de todo, las vacaciones fueron buenas para él; después de dormir y descansar, bajó alegremente los escalones del autobús que acababa de llegar y se dirigió a la casa de su amigo de la escuela.

Después de dar unos pasos, notó a un gitano, y en el momento en que sus miradas se encontraron, rápidamente se puso la capucha y cambió la dirección de movimiento para evitar el lado "cazador".

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Pero esas mujeres no están acostumbradas a soltar el "botín" que va directo a sus manos, ya que esas personas son su principal objetivo. El gitano corrió instantáneamente tras un hombre delgado con capucha y después de unos segundos lo agarró del hombro..

Para su sorpresa, la psicoterapeuta se volvió bruscamente y, tomando a la gitana de la mano y entrecerrando los ojos con escrúpulos, comenzó a mirarla a los ojos. Con todo esto, también comenzó a decir en voz baja:

- Ya veo... ya veo... ¡tu problema se acerca! - respirando pesadamente, dijo el hombre - Pronto el dolor te cubrirá en una ola, está cerca... muy cerca ...

La gitana, que no esperaba tal giro de los acontecimientos, solo pudo abrir la boca con los ojos y luego, recuperándose un poco, preguntó en voz baja:

- ¿Quién eres tú? ¿Lo que quieras? ¡Suelta tu mano!

Ante esta frase, simplemente se sacudió a la velocidad de una locomotora, y el psiquiatra, sonriendo, se quitó la capucha de la cabeza y, como si nada hubiera pasado, siguió su camino.

Por cierto, los gitanos nunca volvieron a aparecer en esa parada; aparentemente, el horror se apoderó de la pobre mujer tanto que no fue demasiado perezosa para advertir a los demás sobre el misterioso extraño.

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